¿Cuántas veces te has visto a ti misma haciendo algo y sintiendo lo contrario? Queriendo quedarte en casa pero saliendo con una amiga para que no te reproche o se enfade. Aceptando comer algo que sabes no te sienta bien por “adaptarte” dentro de una comida familiar.
Aceptando tareas laborales que te harán hacer horas extras por no discutir con tus jefes, jefas o compañeros. Comprando regalos “por cumplir” cuando estás en contra del consumismo desmedido. Pidiéndole a tu cuerpo un poco más: de ejercicio, de trabajo, de series, de internet, de redes sociales… cuando lo que te reclama es dormir, descansar, sueño.
Cuando has crecido en una familia en la que te premian por “portarte bien”, hacer lo que se espera de ti, evitar los conflictos, cubrir las expectativas de los otros o cuidar de los demás, el mensaje es que para ser aceptada (y recibir afecto) es necesario cumplir las normas, y seguir al clan. Este aprendizaje familiar, cultural y social no sólo marca nuestra infancia, sino que condiciona también nuestra vida adulta poniéndonos en un conflicto interno cada vez estos mandatos internos emiten su eco en cualquier decisión cotidiana.
Detrás de cada vez que actuamos en contra de lo que sentimos, estamos emitiendo un mensaje contradictorio a nuestro cuerpo y a nuestra mente. Si esto se prolonga en el tiempo nuestra salud, física y/o emocional se resiente, comenzando a aparecer síntomas que reclaman para que les prestemos atención. Con frecuencia, aquello que llamamos “enfermedad” es el proceso de un camino de negación a nosotras mismas, que nos muestra alguna forma de incoherencia interna con el fin de identificarla y poder sanar.
Para sanar siempre podemos volver al origen y realizar el camino de vuelta. Podemos revertir los mandatos familiares y reafirmar nuestra propia autoridad. Podemos reidentificarnos, podemos reeducarnos, podemos ser más coherentes, podemos avanzar desde otro lugar.
¿Te suena algo de todo esto?
Un abrazo,
Marta
Marta Labrador Pavón
Psicóloga y Facilitadora Grupal. Creadora de Calma Esencial.
