Es difícil estar disponible para otra persona de una manera sana si nuestras necesidades no están satisfechas también. Para sentirnos bien es importante aprender a diferenciar entre cuidar y cuidar en exceso.
El amor incondicional favorece nuestra salud porque aumenta la oxitocina, hormona de la felicidad y el vínculo. Pero si nos excedemos en estos cuidados se agotan nuestras energías y se debilita nuestro sistema inmune. También se deteriora la calidad de nuestras relaciones.
Cuando atendemos desde la obligación o la necesidad de ser recompensadas, se establecen dinámicas de deuda y culpa que potencian los conflictos. Si me permito cuidar de mi misma, si permito que los demás también aprendan a cuidar de ellos mismos, estaremos contribuyendo a nuestra salud y bienestar personal y compartido.
Favorecemos nuestra propia salud cuando la balanza entre el dar y el recibir en nuestras relaciones está en equilibrio. Sin embargo, cuando nos hemos acostumbrado a la entrega permanente a veces es difícil diferenciar cuánta parte del cuidado que ofrezco a los otros me satisface y cuánta está debilitando mi salud.
Una idea que nos puede ayudar es revisar cómo nos hace sentir cuidar de otras personas. ¿Aparece rabia o enfado? ¿Mi cuerpo se contrae al pensarlo? ¿Me debato en pensamientos que me tensionan? ¿Entro en conflicto interno y/o externo?
En consulta también vemos que a veces el dar en exceso nos cubre ciertas necesidades o carencias emocionales que en la infancia hemos aprendido a recibir así: valoración, aceptación, reconocimiento, compañía, posición familiar, control… Podemos revisar si hay algo de esto en el cuidado hacia los demás para ayudarnos a nivelar nuestra balanza.
No podemos dar lo que no tenemos.
Si nuestra salud se debilita, nuestra capacidad de dar también. Si yo me cuido, si tú te cuidas, podremos cuidarnos mejor y disfrutar de ello.
Un abrazo,
Marta
Marta Labrador Pavón
Psicóloga y Facilitadora Grupal. Creadora de Calma Esencial.
