En ambos casos quiero vivir una experiencia diferente y no sé cómo salir de la actual, que valoro como negativa. Si esta situación se prolonga en el tiempo provoca una división interna que altera mi sistema nervioso.
El estrés surge cuando la persona siente que hay una serie de circunstancias en su vida que no tendrían que estar ocurriendo, hay una negación de la realidad que ocurre, siendo percibida como negativa. Lo que ocurre en mi vida y me hace sufrir es negativo.
La ansiedad surge cuando la persona siente que hay asuntos que tendrían que suceder en su vida y sin embargo no están sucediendo. También hay una negación de la realidad, en este caso por algo que no sucede. Lo que no ocurre y anhelo en mi vida es negativo y me hace sufrir.
En ambos casos la experiencia interior percibida por la persona es que quiere estar en un lugar diferente del que está, pero se siente obligada a soportar la situación porque no encuentra la forma de salir de ella, y desea huir. Esto provoca una división en el Ser.
Si una situación estresante o angustiosa se deja pasar en el tiempo, refuerza la sensación de debilidad frente al estrés o la ansiedad, quedando aún más vulnerables frente a la siguiente ocasión angustiosa que presente la vida. Si aumenta el estrés o la angustia, ponemos a nuestro sistema nervioso más allá de su capacidad normal de enfrentar situaciones y sus efectos son de mayor gravedad.
Aprender a vivir en el presente, cultivar nuestra presencia, no es un cliché o una moda “wellness”, sino una verdadera necesidad para mantener nuestra salud.
Un abrazo,
Marta
Marta Labrador Pavón
Psicóloga y Facilitadora Grupal. Creadora de Calma Esencial.
