Todos los aprendizajes que tuvimos en nuestra infancia, gracias a las personas y entornos con los que crecimos, nos dieron un marco de referencia a partir del cual hemos creado nuestros escenarios adultos de relación y convivencia.
Con frecuencia estos aprendizajes nos hablan de historias de rechazo, separación, exigencia y dolor, que están detrás de las vivencias cotidianas que repetimos una y otra vez de manera recurrente sin saber cómo cambiar.
El porqué las repetimos no es porque seamos masoquistas, simplemente se trata de la manera en la que lo hemos aprendido a hacer. A través de la observación de nuestras figuras de referencia imitamos los comportamientos que hemos grabado en la retina como “normales”. También creamos compensaciones o adaptaciones, a modo de supervivencia, al entorno de convivencia en el que hemos crecido, a veces realmente hostil. Y ocurre lo mismo con el contexto cultural en el que nos desarrollamos, cuyas instituciones y medios de comunicación enmarcan nuestros valores, creencias y aspiraciones.
Todo esto configura nuestras vidas, y está presente en las experiencias del día a día: cómo nos relacionamos con los demás, cómo afrontamos un nuevo proyecto de trabajo, cómo vivimos la maternidad, cómo aceptamos un abrazo, cuánto hablamos de nosotras mismas, cuánto besamos, de qué conversamos con nuestra pareja, cuánto nos quejamos, cómo celebramos, cuánto reímos…
Entrar a conocer cuáles han sido las bases de mis aprendizajes en la infancia, y cómo me ha influido el legado de mi clan y la sociedad en la que he crecido es clave. Podré aprender a diferenciarme de ellos, romper el bucle de repeticiones y dejar de buscar la aprobación externa para ser reconocida y valorada. El acompañamiento en terapia individual es de gran ayuda para esto.
El camino es hacia dentro: YA ERES SUFICIENTE.
Un abrazo,
Marta
Marta Labrador Pavón
Psicóloga y Facilitadora Grupal. Creadora de Calma Esencial.
